domingo, 7 de febrero de 2010

46. UNA VISITA AL MUSEO DEL HOMBRE Y LA NATURALEZA.


Ayer fuimos al Museo. A los chicos se les quedaron pocas pero fuertes impresiones. El origen de las islas. El lagarto y la tortuga gigantes. Los piratas. Las piedras fluorescentes.
Y la sala de vida marina.
La impresión de Carlos y Guille al descubrir los delfines, el calamar gigante, el cachalote enano, es como para repetir.
Mucho más les gusto descubrir la historia de cada uno de aquellos animales plastificados. Todos proceden del mundo real. Y fueron aprovechados para crear cultura de museo.
El museo es un ser vivo que interactúa con la realidad. En la sala de actividades escolares se encuentran las historias de cada uno.
El calamar gigante fue capturado en el mar por un pesquero que avisó al Museo de su descubrimiento. A partir de los restos hallados se diseñó el ejemplar que ahora se muestra en la exposición.
El marlin fue localizado en Fuerteventura y cedido por los pescadores. No solo es tener la idea de hacer estas virguerías sino después materializarlas. Demuestra que algo late en el Museo, que el esfuerzo integrado de investigadores, gerentes y currantes tiene su recompensa en la sorpresa y entusiasmo de mis hijos al vincularse emocionalmente con el esfuerzo de todos.
El paseo por el Museo fue rápido. No podía ir a otro ritmo con dos niños de 5 y 8 años. Pero el intercalado de las dos salas de actividades lo hacen ameno y entretenido.
En la primera sala, mis hijos pintaron y moldearon estrellas de mar, delfines, cangrejos y peces con un mínimo material muy asequible. Mientras miraban por el microscopio las preparaciones, me dio tiempo de hojear las historias reales de los animales disecados.
También se convierte esta sala en un lugar de encuentro entre turistas. De vacaciones, la sonrisa fácil y el saludo se generan a la menor actividad y estas salas ayudan a la amistad entre visitantes, vengan de donde vengan.
La vida de los guanches es motivo para otra visita. Esta vez el molino de piedra y las caretas pasaron demasiado rápido entre nosotros. Lo más espectacular sin duda es la sala de las momias y las calaveras. LA tecnología moderna al servicio de la conservación de estas maravillosas muestras de nuestro pasado realzaba el conjunto.
Los chiquillos sentían veneración por aquellos restos óseos apergaminados entre pieles de cabras indicadoras de nuestros ancestros insulares.
A la salida, el marco del patio adornado con cuatro hermosas palmeras y sus reflejos en la cristalera son todo un ejercicio de armonía entre naturaleza y arquitectura de los que hay escasos ejemplos en las islas.
¡Chapeau por el MHN de Santa Cruz de Tenerife.!!

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