domingo, 7 de febrero de 2010

42. UNA CHINIJA PIEZA DE JOYERIA.


Conocía a sus parientes de la laurisilva, aquellas “cochinitas” que vivían debajo de las macetas, entre el estiércol de las cabras, en cualquier rincón húmedo del jardín.
Jugábamos con ellas, las tocábamos con el dedo y, rápidamente, se encogían, se enrollaban como una bolita esperando a que pasara el peligro. Eran pequeñas, grises y, a nosotros, se nos antojaban vulgares y monótonas. Cuando mi madre barría el patio y levantaba las macetas alineadas contra el muro de la casa, era más emocionante escuchar su grito de terror y pánico cuando descubría alguna “lisa” escondida que cuando salían rodando estas bolitas delante de la escoba.
Por eso, esta joya de cochinilla de La Graciosa sorprende tanto. Este precioso crustáceo lo encontramos debajo de una piedra cercana a Caleta del Sebo.
Convivían allí varios ejemplares con diferente tamaño. Es Porcellio spinipes, propio de las islas orientales y vinculado a Porcellio albidus presente en el Norte de África.
Sus colores amarillo-limón destacan de un modo extraordinario. Además, es mucho mayor que las que conocía. En mis manos, con esa simetría de sus pies, de su caparazón, con sus delicadas antenas, con esa distribución tan armoniosa de sus manchas de color, se me antoja como una fina y chinija pieza labrada por un joyero de los dioses para la Naturaleza Canaria.

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