La descubrí un día desde el avión. Una media luna gris, en medio del Macizo de Jandia.
Se levantaba en fuerte contraste con los picos montanos del tramo final del Macizo. En el mapa, calculé su altura, 25 metros sobre el territorio que la rodeaba.
Un arco perfecto denotaba la orientación del viento. Era como una duna tipo barjana fósil.
Soñé con ella.
La imaginaba compacta, arena encalichada, testigo de un pasado primero seco y después muy húmedo.
Me gustan estos retos de la Naturaleza Insular. Crees entenderla. Partes de tus esquemas preconcebidos y... la realidad te rompe los esquemas.
El 18 de julio de 2001 llegué al lugar.
Valió la pena.
Allí estaba.
A mi alcance.
Añoraba esta imagen desde hacia mucho tiempo. Darle cuerpo a aquella visión aérea.
Pero...
No era una duna, ..!!Era la Montaña Verde, Montaña Azufre.¡¡
Mi duna fósil era la montaña verde de la que me hablaba Paco Cabrera, mi compañero de excursión, vigilante del Cabildo.
¡Destacaba tanto entre el resto de los materiales geológicos!.
Coluviones marrones, montañas marrones...y este maravilloso tono gris.!!
Y mi sorpresa fue aún mayor. ¡No eran arenas encalichadas!
Eran sólidas rocas, material rocoso, cuasi-granítico, lajial, canchal majorero, dique descomponiéndose aislado y solitario, testigo de quien sabe que pasado tormentoso y geológico....!!!!
Era como un dique en arco, levantado sobre aquel lugar manteniendo su parte central y desmantelado, descascarillado, tafonizado por sus bordes..
El alisio pega aquí con una fuerza brutal, lima y arrastra arena, crea microdunas, achaparra la vegetación y golpea tu cara con minúsculos granos de tierras de Cofete y arenas del Roque del Moro levantadas por su poderosa mano eólica.
Recorrimos todo su perímetro.
Ahora, ya al final del día, me lo imagino como un enorme fragmento de una gigantesca copa de los dioses de la Atlántida, caída allí y destruyéndose a merced de las fuerzas de la naturaleza insular.
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