domingo, 7 de febrero de 2010

39. TRAS LAS PERDICES.

Acabo derrengado.
Estos cazadores de la perdiz me han tenido al trote todo el día. Empezamos temprano, repartiendo coches por el terreno, uno en Fagajesto, otro en Pico Viento, un trajín de idas y vueltas que no me hacia sospechar nada.
Pero ¡chacho! ¡Cómo caminan !.
Van tras la perdiz. Buscan el rastro en los trastones, donde el día anterior se refugiaron del sol y quedan, juntos, varios escarbaderos de tierra y plumas sueltas.
Se acercan a ellas. De pronto, se sienten cantar en la otra ladera del barranco del Caidero. ¡ Y hacia allá se dirige uno de nosotros!.
Los demás, desde enfrente, observamos las carreras del bando, delante de él, se le esconden, se vuelven hacia atrás, se desperdigan y de pronto, ¡ vuelan!. Salen todas, en tropel, en distintas direcciones, unas hacia los llanos bajo Caideros, otras hacia Los Berrazales...¡Y allá vamos!. Siguiendo veredas, barranquillos, lomas, volvemos a retomar la persecución. En ese caminar, lento y siempre atentos a otros movimientos, al rastrear de los perros, los perdiceros se me revelan como verdaderos conocedores del medio natural.
Su paso lo marca el bando, a donde ellas van, ellos le siguen. No tienen rutas prefijadas, no hay que acercarse a pistas, no hay que seguir carreteras, hay que seguir los vuelos y las carreras, ya sean cortas o largas, de la perdiz.
Hoy, con ellos, he escudriñado tabucos y caideros que nunca antes había pisado, he observado plantas y paisajes en donde antes no me los imaginaba.
Y, oh, sorpresa, ¡ hasta volcanes nuevos para mí!. Allá enfrente, sobre el barranco de Agaete, pasada la boca efusiva de Los Berrazales, cartografiada por mi amigo Alex Hansen, geomorfológo, estos perdiceros me acercan en su persecución a un valle cerrado, el de Los Almendreros, colgado encima de los riscos que descuelgan sobre el valle, donde encontramos otra pequeña boca efusiva, una muestra de volcanismo reciente holoceno grancanario.
Escondida entre estos paredones, recubierta de vegetación se esconde esta pequeña fisura, con canales lávicos y pequeños témpanos de lava.
¡Si estos perdiceros fuesen naturalistas!. Si no fuesen tan egoístas y quisieran, aprendieran, a compartir sus placeres campestres con los demás. !
¡ Quién sabe cuantos descubrimientos, cuantos hechos nuevos, podrían aportar a la ciencia insular.!

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