sábado, 13 de abril de 2019

190. Querer a Barcelona


Para querer a Bcn hay que levantarse temprano. Ver revolotear a gaviotas, tórtolas, cotorras, palomas y mirlos en tus escenarios mañaneros, ventanales a Collserola y al Paseo de Sant Joan. Ver como se van a dormir los cuatro murciélagos que revolotean aún al amanecer apurando los últimos insectos de cena. Observar a los otros madrugadores como tú. Los vecinos con su perro paseando por Joanic. La señora mayor que abre las cortinas de su planta baja. Los runner que atraviesan el paseo de Saint Joan a toda pastilla. El portero que desde las 6.30 am barre y limpia su portal con todo esmero (de paso recuerdas a Olgui con su escoba al amanecer barriendo frente a la tienda).

Después, es recorrer sus calles. Acercarte a Sant Pau por ver si algún libro nuevo ha recalado al Punto Limpio. Repasar los árboles de sus jardines, ombúes, cipreses, naranjos, palmeras canarias...

Seguir hasta La Sagrada Familia que recibe a esta hora los primeros rayos de sol de la amanecida. Pisar los caracolillos del Parque que Rubió i Tudurí diseño a su vera. A la par, descubres una ciudad que se transforma. Donde ayer hubo una librería, hoy hay una panadería. El bar de copas que ayer promocionaba croquetas variadas se vuelve a alquilar. Esta ciudad cambiante no se actualiza a la misma velocidad en Internet que en su pulso diario.Tiras para la Plaza Universidad y paseas entre las ramblas viendo como comienzan a llenarse de turistas. Te detienes en La Central, otra librería más donde la cultura se desborda. Sigues hacia la sede de la UB y te extasías frente a las flores amarillas y encarnadas (bermellas dirían aquí) de la Tritoma (Kniphofia uvaria).

Después te apetece desayunar y ahí tienes a la Horchateria Valenciana donde una horchata (con o sin azúcar) y unos fartons te animan el alma mientras actualizas tus noticias en La Vanguardia, un periódico entre heterodoxo y cristiano a la vez. Sigues paseando y te sorprende la arraigada religiosidad de los barceloneses. Iglesias en esquinas. Casi siempre ocupadas. Con gente joven, adulta, mayor. Iglesias donde a veces te ofrecen una actuación coral que te pone los pelos de punta, música en un ambiente místico que te hace recuperar partes de ti mismo.
Sigues hasta el Mistral, esa panadería donde te ofrecen ensaimadas de dulce de cabello o crema, recién hechos o croassanes de mantequilla deliciosas que compras para desayunar una segunda vez con tu familia.Tiras por el Carrer de Aribau y de nuevo las librerías de viejo te retienen, te ofrecen ediciones antiguas, textos de nóveles, libros de ensayo, de poesía, tanto catalanes como españoles o extranjeros.
 Te admira el cosmopolitismo, la mezcolanza de razas de esta ciudad, gente pequeña, sudamericana, con tu hablar casi cubano, americanos jóvenes con aspecto de aventureros de película saliendo de un hotel o sentados en los múltiples bancos de estas calles. Marroquíes, pakistaníes, rumanos -o al menos a ti te lo parecen- pasan a tu lado convirtiendo a esta ciudad en una hermosa Babel. Te acuerdas de aquellas imágenes de las ciudades marítimas de las películas donde todo tipo de razas se mezclaban en sus puertos. A veces, te trasladas a escenas de las ciudades multiraciales de Blade Runner o Star Wars.
La mañana sigue avanzando y ya piensas en regresa a casa. Paras en Montserrat o en Carrió y compras barras de pan, más croasanes y magdalenas bien tostadas, placeres gastronómicos únicos en esta ciudad. Los chaflanes del Eixample tienen en cada esquina bares con gente ante un café, ante un chocolate con churros, ante una caña de cerveza, despertando al dinámico día catalán. No tienes inseguridad. Aunque no veas un guarda. Hay convivencia pacífica a pesar de lo que digan las televisiones fachas de Madrid o suelte Marhuenda en La Sexta.

Vuelves a tu casa. El sol entra por la ventana y se desgrana en cientos de arcoiris redondos que inundan tu estancia. La misteriosa física de la luz te acompaña en cada pared, en el suelo, entre tus libros. Tu escenario se llena de sol, de luces amarillas y rosadas, despertando a esta ciudad viva que has elegido. Son algunas de las cosas, de las vivencias, de los momentos que en estos años -además de nuevos amigos generosos, desprendidos y entrañables- nos ha ido ofreciendo Barcelona. Una ciudad que nos acoge. A nosotros y a nuestros hijos. Que ofrece sus oportunidades al que quiera disfrutarlas.Tiro para la cocina. El segundo café del día me espera.

Placeres catalanes. O de donde sean. Esta es una ciudad universal. Es un puerto mediterráneo. Aquí se acoge a todo el mundo. Aquí no sobra nadie. Me encanta esta sensación cosmopolita. Todos los localismos la hacen crecer. Barcelona es un mar de quereres. Un cielo de vuelos y sueños. Un benéfico futuro para todos.
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