domingo, 7 de febrero de 2010

14. AGUACEROS EN EL MACIZO DE AMURGA.


Son nuestros particulares Saltos del Ángel.
Una borrasca de Sur descarga desde ayer agua a destajo.
Y el amanecer del nuevo día deja ver desde la autopista, penachos blancos y espumosos que caen desde las vertientes y riscos del Macizo de Amurga.
Corren los barrancos y la atmósfera es limpia y húmeda.
Las laderas de traquitas y fonolitas se limpian, humedecidas y dejan ver sus verdaderos colores formando franjas y tortas como las de un pastel de bizcocho y chocolate.
Los cardonales de Amurga, resecos hasta ayer, son hoy una reproducción a escala insular del milagro del desierto, cuando después de una lluvia torrencial, un paisaje seco y polvoriento se convierte en un cuadro lleno de colores brillantes y diáfanos, donde resaltan las lustrosas hojas de los escobones y las jaras y donde las tabaibas amargas llenan de limón las laderas.
Vuelven a funcionar los resecos caminos del agua y bajan, alegres y ruidosas las cascadas, llevándola hasta los litorales, formando charcas e inundando los paisajes urbanos del hombre.
Este relieve montañoso se explica por fenómenos como éste.
Esporádicos pero violentos, en poco tiempo horadan tierras, forman coluviones, desprenden enormes trozos de riscos ya agrietados y resquebrajados por meses y meses de intenso sol.
Como sucede con la unión del ying-yang, lo árido y reseco cobra su sentido cuando se abraza, aunque sea de vez en cuando, a lo húmedo y torrencial.

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