lunes, 26 de noviembre de 2018

189. Estancia en Tenerife

Volvemos a casa. Dos días intensos.
 Exportando horizontes insulares en llanuras polacas. En La Laguna, Juan Hernández sigue persiguiendo estrellas para Ely desde su mural en Heraclio Sánchez. 
 Después fuimos al techo de las islas, atravesando antes un nublinoso bosque de La Esperanza y los silbidos gélidos de las brumas de La Orotava. Tras el pánico a las placas de hielo en la dorsal que no aparecieron, pasado El Portillo, renació el sol.
La luz de la tarde nos dibujó  lavas con reflejos de obsidiana entre las inflorescencias secas de los tajinastes rojos. 
El Pico estiraba  tirabuzones de niebla como si los dioses quisieran arreglarle el moño al Teide.
 Abajo, en la llanura de Ucanca, las hierbas pajoneras refulgían con la luz de atardecer. Los Roques de García, como enormes cíclopes  pétreos, se recortaban contra un cielo naranja y rojo dejando imaginar caras y siluetas en sus bordes.
Hoy fue la visita al gigante dormido de Icod. Un drago milenario,  representación de lo eterno , que ahora se rodea de murallas y accesos como temiendo morir haciendo daño. 
Todo alrededor de estos símbolos naturales es merchandising. 
Turismo de naturaleza y negocio. 
Si se sabe hacer, la historia natural es rentable.
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