domingo, 7 de febrero de 2010

38.SEÑORES DEL JABLE.


Olor a guayabos maduros. Granados en frutos. Las palmeras hembras brillan al azul del cielo con sus penachos de támaras naranjas. Un gato corre ladera abajo al bosque de Las Peñitas. Dos cuervos van y vienen entre palmeras y pitas fructificadas. La Presa de Las Peñitas ha sellado la herida de la pista que le hicieron hace unos años. El agua ha vuelto a romper la pista que bajaba desde Río Palmas.
Allá, enfrente, un cagadero blanco hace pensar en algún guirre nidificante. ¡ Y allí están ¡. Dos guirres posados saludan al alba. Una aguililla pasa por delante de ellos haciendo honor al topónimo de este Risco de La Aguililla. La vista del bosque de tarajales y las palmeras es esplendorosa desde aquí arriba. Al atravesarlo, los tarajales nos rocían de su sal en gotitas pegajosas, manchándonos la cara, las manos...
Montaña La Teta nos saluda entre las masas sieniticas del Macizo de Betancuria. Palmitos machos se elevan esbeltos en primer plano. Palomas vuelan por doquier.
Más tarde, la Fuente de Timijoy se deja entrever por debajo de la carretera. Pequeños charcos con junquillos, verdor inesperado entre tanto marrón y gris, la descubre.
En La Madre del Agua, las haciendas vacías siguen igual de abandonadas. El estanque, limpio y saludable, rebosa de fanerógamas acuáticas y pececillos tropicales. Corre un chorro de agua limpia y escandalosos gorriones chian entre los tarajales.
La belleza verde en todos los tonos de este estanque tiembla en los reflejos de las palmeras del borde.
Bajamos al Jable de Jandía. En La Pared, el urbanismo sigue haciendo de las suyas. Un minigolf creció sobre el lugar donde antes vivían poblaciones de Pulicaria burchardii. Apartamentos de colores chillones contrastan con la suavidad marrón de las lomas del Cardón.
Voy a buscar a mi hubara entre los chaparros. Están allí, donde siempre, iguales a sí mismos, aunque hayan pasado más de 15 años desde mi última visita. Veo huellas de pájaros. Al levantar una gran piedra de caliche, una familia de cochinillas se muestra. Preciosas joyas de Jandía, una de ellas espectacular, negra y gigante. Las otras más pequeños, de tonos blancos y amarillos. Por encima de nosotros, pasa un bando de gangas. Vuelan juntas y se giran hacia el sur posándose un poco más allá. Son muchas, 20 ó 30 quizás. Sigo despacio, avanzando a través de esta pista de Los Presos, esperando a mi hubara.
¡¡Y aquí está!! Delante de nosotros, se aleja despacio y señorial, con su cabeza siempre vuelta hacia el visitante.
¿ Será esta hubara aquella que dormía aún en un hermoso huevo de hace quince años?
Un poco más allá, Alfanjui, el de los ojos amarillos, el alcaraván de Sánchez Ferlosio, se pasea orgulloso y juguetón.
¿Sirve de algo preocuparse por estos señores del jable?.
Seguramente, sus historias continuaran después que acabe la mía. De todos modos, volveré a saludarlos tantas veces como pueda.
¡Hasta siempre, señores del jable de Jandía.!

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