En estos días de agosto, ando revuelto organizando la casa.
La biblioteca ha cambiado de sitio y se ha ido del despacho al salón.
Y en este trajín, han salido de las estanterías varios pececillos de plata de un tamaño aceptable.
No es que sean gran cosa pero he leido que estos tisanuros de vínculos prehistóricos pueden vivir hasta ocho años o más.
Los míos son también unos insectos eruditos, especialistas en medio ambiente y otras lecturas, que quizás hayan visto crecer a mis hijos desde la atalaya de los estantes repletos de libros.Y se me ocurre que podríamos adoptarlos y hasta incluirlos en el libro de familia.
En el Jardín Canario, conocimos a un buho chico, afincado en uno de los laureles del bosque de laurisilva al que bautizamos los jóvenes becarios de entonces como Mefistófeles, siempre circunspecto y dormilón.
¿Cómo bautizaremos a estos pececillos de plata hoy adoptados?
No se me ocurre ahora ningún nombre.
Quizás Despreaux, recordando al colector de plantas de Phillipe Baker Webb podría servir para uno de ellos.
Tambien serviría Bory de Saint-Vincent, viajero y explorador que situó en la Macaronesia el ignoto territorio de la Atlántida
O tal vez Sventenius, para conmemorar el centenario del ilustre botánico sueco.
O quizás..
Bueno, ¡¡se admiten sugerencias¡¡.
sábado, 28 de agosto de 2010
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Yo también les tengo cierto aprecio. Me parecen unos animales muy curiosos y sobre todo, muy bien recogidos.
ResponderEliminarPor cierto Carlos: ha sido casual mi caída por tu blog y comprobar que eres seguidor del mío. El caso es que tu link no lleva a tu blog, y por ello, no te devolví la visita. Lo hago ahora gustosamente, porque nos une algo tan grande como es la naturaleza.
Saludos.
Yo una vez vi perfectamente a uno de ellos en la cocina succionando la humedad de un fosforo humedo... y estoy casi seguro que tambien comen la ropa
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