“La visión
instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana
tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato” (Jean Arthur Rimbaud)
Recorro la ciudad, deseoso
de encontrar esos lugares donde se guarda la belleza. Sitios donde se
instaló como fiera herida, resguardándose de la fealdad.
Busco -y encuentro-
esquinas donde restalla una luz especial, donde nace una flor
primorosa, donde un geranio, un limonero o un tamarindo llenan de color y aromas
un solar en medio de un polígono industrial.
Busco -y encuentro- una
escalinata florida, donde las macetas alineadas, hechas a mano con
trozos rotos de azulejos coloreados y brillantes, resguardan del
solajero bellas flores azuladas, lilas , rojas, amarillas, rodeadas
de todos los tonos de verde.
Busco -y encuentro- un
lugar perdido entre hileras de edificaciones, donde una antigua casa
canaria, con el tejado derruido, las puertas en el suelo, las paredes
de barro deshechas, aún conserva un hálito vital de sus moradores,
restallando en una pitahaya florida entre tanta ruina de años.
Busco -y encuentro- un
mirador, hecho artesanalmente bajo un ficus que da una deliciosa
sombra, donde la brisa fresca invita a sentarte y a disfrutar de un
valle donde aún una palmita esbelta, la mayor de la isla, se recorta
y balancea frente al mar, entre cultivos industriales que la rodean.
Busco- y encuentro- el
punto de vista de un joven pintor tuberculoso que descubrió una
perspectiva única, la sublimó en tonos y coloridos luminosos e
intensos y lo lanzo al futuro como archivo de un paisaje hoy
desaparecido.
Regreso al lugar donde
dialogaban los obispos, recreándose frente a un llano repleto de
verde, con la silueta recortada de su catedral y con el rumor de
las olas del mar cercano. Aún queda algo de aquellos aromas entre
los murmullos de los ancianos que me observan mientras ellos reviven
sus recuerdos.
La belleza aún sigue
presente en mi ciudad. Manos generosas la cultivan y la miman. No son
fuegos de artificio. Son destellos de luz, rayos solares momentáneos
que refulgen en determinada hora, que crean arcoiris pasajeros que,
tal como surgen, se desvanecen.
En eso estamos.
Descubriendo tesoros desconocidos, no en una lejana tierra ignota,
sino en el corazón mismo de lo inmediato.
Para leer tB:
http://www.enriquevilamatas.com/textos/textpeggynosecaso.html
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