“Siguiendo normas del Secretariado Político del Movimiento, por Falange Española de las JONS, se procederá al embellecimiento de las carreteras, caminos vecinales y rurales de la provincia mediante las plantaciones adecuadas y, por la Junta Administrativa de Obras Públicas, serán cortados y sustituidos por especies distintas los eucaliptos plantados en los linderos de las carreteras o caminos…” ( Acción, 30 de noviembre de 1938)
¿ Arriba la del bulevar de soberbios eucaliptos entre Santidad y el conocido como el Merendero de los Eucaliptos, después como el Mesón Canario?
¿O la imagen inferior y estaré asistiendo a un “dejá vu” y hemos retrocedido a los años 40, siendo esta procesión de los representantes públicos de nuestras mas altas instituciones recorriendo un espacio vacío, saneado según mandato de la superioridad, la que será convenientemente repoblada para obtener la imagen superior?
¿Debería ser esta la primera y que nos permitiese tener ese futuro verde.?
Pero no. Eso ya ocurrió en los principios de este siglo cuando se realizaron las repoblaciones y embellecimiento de nuestras carreteras y pueblos. Domingo Doreste, Fray Lesco, y anteriormente Francisco González Diaz, ambos apóstoles del árbol y el paisaje, ya predicaron y cabildearon para obtener esos bulevares hoy en día convertido en desolado vacío sacrificando, en aras de los coches, el arbolado, perfectamente integrable en un paseo para el vecindario con otro diseño.
Recupero un texto de los años 60:
“Resulta ridículo pensar que los árboles son los causantes de la estrechez de esa céntrica vía, cuando hay que buscar el mal en otras causas, por ejemplo, en las ordenanzas municipales que no exigieron a su debido tiempo como obligada medida de previsión el suficiente retranqueo de las edificaciones. Luego, antes los hechos consumados se pretende que sea el árbol el que pague las consecuencias sacrificándose la nota mas bella de la carretera que eran sus gigantescos eucaliptos para en definitiva no resolver nada. ¿ Que hacen los que tanto predican que defienden el arbolado?”
Leo con asombro en el recién presentado concurso de ideas para el Paseo del Arte y la Cultura del Guiniguada que se pretenden derribar nada menos que 30 de estos ejemplares singulares que fueron plantados, allá por el año 1923. Algo incomprensible para ejemplares ubicados en un entorno urbano tan necesitado de verdor y que no pueden despacharse con la afirmación de que son una especie invasora.
El dictamen del Comité Científico que determinó su condición invasora y su inclusión en el Catálogo Español de Especies Invasoras ya aclaraba que eran así considerados los dedicados a la explotación forestal. Hermosos ejemplares de eucaliptos centenarios, declarados como árboles de interés local, se encuentran en numerosas ciudades españolas y perviven en jardines públicos y bordes de viarios sin ninguna amenaza de colonización ni transformación del paisaje a su alrededor. Estos eucaliptos han sobrevivido allí más de cien años.
¿Permitiremos los ciudadanos que desaparezcan esos doseles verdes que tantos años han costado consolidar?
Las “preexistencias ambientales”, la infraestructura natural, ese regalo de la historia bendecido por los dioses de la naturaleza, siempre han tenido un difícil encaje. Ningún proyecto parece suficientemente bueno si no se carga unas cuantas preexistencias en su ejecución.
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