Vivimos la ciudad. Los que la estudiamos cada día y los que la recomponen destruyéndola. Los que la ignoran y los que la sufren en sus pasajes. Los que se aislan y se vanaglorian de no mirarla. Los extrovertidos y los que se expresan para si mismos.
La ciudad viene de lejos. Se clona a si misma como un híbrido mutante que pierde partes y regenera otras.
Exsuda y tose.
Carraspea y escarra desde la madrugada en sus esquinas.
Cabemos todos. Unos con el poder de cambiarla. Otros con tan solo el deseo. Múltiples voces que se ahogan entre ellas. Como facetas de un cristal que se deslumbran.
Noticias que se difunden y otras que resuenan en habitaciones cerradas.
Todos bajo el mismo palio. Los soberbios y los humildes. Los narcisistas y los olvidados de si mismos. Una historia que culebrea y asciende y desciende por el tobogán del tiempo. Ajena a todas las voluntades y a la vez múltiplo común divisor de todas ellas.
Se resquebrajan espacios y se reconstruyen otros. Caen palmeras centenarias y nacen bisoños laureles indianos entre los adoquines.
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Hace poco, leí sobre unas palmeras canarias que querían talar en el archipiélago. No recuerdo el sitio exacto, pero espero que quienes tenían que llevar a cabo la acción, recapacitaran y no las talasen al final.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Un saludo.