domingo, 17 de febrero de 2013

170. Vueltas por Veneguera.


A la busca de un jaramago del sur, llevamos ya varias vueltas por la cuenca alta de Veneguera, un topónimo que algunos quieren asimilar a “laguna”, lo que obliga a cambiar el chip geomorfológico de este valle insular.
Mientras tanto, esquinas residuales de materiales tipo brecha Roque Nublo, materiales deshilachados y desprendibles, se enfrentan a un dique transversal del que surgen oquedades que atraen al explorador  como miel a las moscas.
En el paseo tropezamos con romero marino blanco (Campylanthus salsoloides  var. leucantha), una curiosidad albina por estas tierras del suroeste. Convive con sus colegas de tonos rosados en medio de un matorral de aulagas, tajinastes y balos .

La primera vez no llegamos al caidero con agua  y nos conformamos con atravesar una concentración –no enjambre según los técnicos- de abejas solitarias  que rastreaban y volaban entre cebollinos a la sombra del dique. Mientras, nosotros huíamos de allí, con nuestra inyección de Urbason en mano por si picaban a un alérgico del par algo hipocondriaco.

Consultados nuestros augures entomológicos, nos cuentan una interesante historia natural de machos de Euceragracilipes, invitando a las hembras a salir de sus guaridas y participar en una orgia al atardecer sin ningún interés en picar a nadie.

"Ahora, por lo que me cuentas, comienzan primero a emerger los machos que hacen sobre todo vuelos rasantes alrededor de la zona de los nidos (a veces muy populosos) y como sabes los machos no pican. Tienen unas antenas llamativamente largas, los anglosajones los llaman “long horn bees” (no son cuernos pero se quedó así el nombre q me parece bonito). En español no conozco si hay nombre vulgar. Abejas cornilargas?. Después comienzan a emerger las hembras, y ya te podrás imaginar lo que pasa. Conclusión quedan todas con sus espermotecas bien llenitas de unos cuantos machos bien dotados." (email  @ Paco La Roche)


Los palmerales juveniles que se recuperan en los barranquillos escondían un exótico falso pimentero del que yales conté algo.
Instruyéndonos de este paisaje conocemos el BIC de La Cogolla de Veneguera, un poblado canario entre pedregales y que nos permite interpretar mejor un pedregal con líneas rectas que encontramos entre vegetación, quizás otra estructura de casa cruciforme similar a las del poblado aquel.

A la segunda, con mejores conocimientos de lugar y tiempos, conseguimos llegar al Arco –bautizado como de Los Lajones- que tanto nos atraía.

En el camino, las tabaibas amargas rebosaban de larvas de Hyles euphorbiae, ñascando hojas supuestamente tóxicas con absoluta tranquilidad, impresionando al joven aprendiz biotecnólogo que no las conocía.
Otra larva de tonos diferentes aparecía sobre los cerrillos secos a  la espera de su determinación.
El dique, espectacular estructura geomorfológica que rompe con su línea todo el valle de Veneguera, nos cobija en nuestro descanso a la umbría del valle, con algunas joyas botánicas en sus taliscas entre las que destacamos hoy esta imagen de sabina, colgada a la vera del valle.

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