sábado, 15 de junio de 2019

192: Tras la belleza escondida


La visión instantánea que nos hace descubrir lo desconocido, no en una lejana tierra incógnita, sino en el corazón mismo de lo inmediato”  (Jean Arthur Rimbaud)
Recorro la ciudad, deseoso de encontrar esos lugares donde se guarda la belleza. Sitios donde se instaló como fiera herida, resguardándose de la fealdad.
Busco -y encuentro- esquinas donde restalla una luz especial, donde nace una flor primorosa, donde un geranio, un limonero o un tamarindo llenan de color y aromas un solar en medio de un polígono industrial.
Busco -y encuentro- una escalinata florida, donde las macetas alineadas, hechas a mano con trozos rotos de azulejos coloreados y brillantes, resguardan del solajero bellas flores azuladas, lilas , rojas, amarillas, rodeadas de todos los tonos de verde.
Busco -y encuentro- un lugar perdido entre hileras de edificaciones, donde una antigua casa canaria, con el tejado derruido, las puertas en el suelo, las paredes de barro deshechas, aún conserva un hálito vital de sus moradores, restallando en una pitahaya florida entre tanta ruina de años.
Busco -y encuentro- un mirador, hecho artesanalmente bajo un ficus que da una deliciosa sombra, donde la brisa fresca invita a sentarte y a disfrutar de un valle donde aún una palmita esbelta, la mayor de la isla, se recorta y balancea frente al mar, entre cultivos industriales que la rodean.
Busco- y encuentro- el punto de vista de un joven pintor tuberculoso que descubrió una perspectiva única, la sublimó en tonos y coloridos luminosos e intensos y lo lanzo al futuro como archivo de un paisaje hoy desaparecido.
Regreso al lugar donde dialogaban los obispos, recreándose frente a un llano repleto de verde, con la silueta recortada de su catedral y con el rumor de las olas del mar cercano. Aún queda algo de aquellos aromas entre los murmullos de los ancianos que me observan mientras ellos reviven sus recuerdos.
La belleza aún sigue presente en mi ciudad. Manos generosas la cultivan y la miman. No son fuegos de artificio. Son destellos de luz, rayos solares momentáneos que refulgen en determinada hora, que crean arcoiris pasajeros que, tal como surgen, se desvanecen.

En eso estamos. Descubriendo tesoros desconocidos, no en una lejana tierra ignota, sino en el corazón mismo de lo inmediato.

Para leer tB:
http://www.enriquevilamatas.com/textos/textpeggynosecaso.html

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