(Fuente: 2020, Silvia Tavares)
Sales a
descubrir porque sabes que siempre te ofrecerá algo nuevo. Barcelona
es como un bosque donde se esconden cientos de novedades arbóreas
cada vez que lo recorres. Este llano pendiente ( la plana barcelonina
que le llaman) que se estira entre dos torrentes (El Besós al Norte
y El Llobregat al Sur) y 6 montañetas (o turósdel Serrat de La Rovira) enmarcadas por la
Sierra de Collserolla siempre te aporta nuevas perspectivas.

Encuentras
jardines burgueses escondidos en rieras abandonadas. Huertos
familiares en relictos de barriadas donde florece un hermoso limonero
(o quizás lima o cidra), árboles centenarios en antiguas masías
hoy reconvertidas en escuelas o institutos ( la mayoría de las veces
privados y religiosos), algunos vallados, otras accesibles, otras ya
institucionales.

Allí puede
sorprenderte por primera vez un manzano de flor (Malus floribunda)
escondido entre otros árboles más comunes del Jardín de La Florida
como aligustres y cipreses, florecido, dando una pincelada rosa a un
jardín que al principio te parecía monótono.

Un
espectacular ejemplar de Magnolia caducifolia ( Magnolia x
soulangeana) rompe en flores ante tí, - eso sí, después de la
tercera visita- en el Passatge del Mulet, brindándote un espectáculo
de color digno de un bosque o jardín japonés.

Un cedro del
Himalaya (Cedrus deodora) te observa, imponente y majestuoso
desde el otro lado de una maravillosa verja de Torre Castanyer adornada con figuras de
águilas, escudos y otras pequeñas estatuas cuyas alegorías o
simbolismo aún desconoces....
Aún puedes
disfrutar de verdaderas joyas de aquella arquitectura de relumbrón,
de vistas al exterior, con ventanas puertas, dinteles, cenefas,
adornados con miles de trozos de coloridas cerámicas, en una armonía
que rememora el placer de sus autores y sus dueños al ejecutarlas.
Burguesías
adineradas que, detrás del concepto de la ciudad-jardín del XIX,
se mudaron a lo alto de las lomas de la ciudad como El Tibidabo o El
Carmel o El Punxet, para dejarse mirar, destacarse, demostrar su
dominio sobre el llano y a la par higienizarse y alejarse de la
barriada industrial.

Aún quedan
por estos altos, lugares semisalvajes, de vegetación mediterránea,
entre pinedas, zarzas, brezos, laureles, zarzaparrillas, jaras, entre
los cuales se mueven las tudós (Columba palumbus) esas
voluminosas palomas del bosque, tan distintas a las domésticas.
Y, por
encima de todo esto, cerniéndose sobre si mismo, un cernícalo
centinela que escudriña su territorio teniendo como telón de fondo
y escenario el amplio mundo urbano del llano, ese mundo que te ofrece
toda una perspectiva de siglos de civilizaciones, desde la ibera a la
romana y la actual, concentrada en un urbanismo compacto y extenso,
donde aún el siglo XVIII se mantiene en muchas de sus esquinas.
Lo dicho.
Barcelona guarda aún el misterio del bosque desconocido.
Transitar
por ella cada día, cambiando el rumbo, dejándose llevar por los
semáforos en verde es sinónimo de aventura.
Siempre
tendrá algo que ofrecerte.
Más info:
Estructura verde de Barcelona
Barcelona, Ciudad Europea del Bosque 2022