No es que sean los Mallos de Riglos en Huesca, pero al atardecer toman algo prestado de los colores de aquellas formaciones erosivas del Mioceno hoscense que tanto nos impresionaron a Sergio y a mí allá por 1984.
Los tonos anarajandos y claros de nuestras formaciones traquísieniticas tienen alguna semejanza.
Faltan los buitres y los ríos pero tenemos barrancos y aguilillas. Ver + en Panoramio.
Y la diversidad de colores que portan los alisios y las borrascas del sur cuando chocan con este macizo de Tamadaba, extendido desde Faneque al Pico del Gavilán, no tienen nada que envidiar de aquellos otros parajes naturales.Se enriquecen además de una fitodiversidad que convierte a este macizo en uno de los escasos enclaves grancanarios con un elevado número de endemismos exclusivos – ya van por los 10- entre otros la llamativa Sventenia bupleroides, la hija de Sventenius, a la que aún le debo otra visita allá arriba entre esos andenes.
Visto además desde aquí abajo, al final de la cuenca de Guayedra, se enriquece con la perspectiva y el valor de lo arqueológico, de lo patrimonial, de lo aborigen así como de lo paleontológico y geomorfológico.
Los barrancos canarios, en su dialéctica constructora-destructora de paisajes, no se llevaron todo al mar y aquí y allá quedan las huellas de todos esos recursos, a veces colgados de un risco litoral, otras entre los sedimentos de un coluvión, pero siempre a la espera de ser investigados aún más.
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esas fotos panorámicas son de película, especialmente la segunda, con efectos de photoshop y todo
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