En el paseo matutino por mi ciudad, hoy me entretengo en recoger una muestra de datil de cada una de las hembritas de palmera que vegetan a lo largo del Paseo de Chil, bulevar arbolado de mi ciudad que discurre a lo largo de casi 4 Km. desde Camino Nuevo a la Plaza de la Victoria.
Este paseo, antiguo “Camino de los Andenes”, proyecto del alcalde Mesa y López es hoy un palmar urbano – casi 400 ejemplares- producto de muchos esfuerzos de plantación desde los años 30 del siglo XX, hoy amenazados por plagas y enfermedades actuales entre las que me sale de entre los datiles este diminuto curculionido Diocalandra frumenti, especialmente dañino para ellas.
Comparto esta distracción con otros paseantes entre los que conozco a Armando Sosa, guía-interprete que también observa árboles, recoge datiles y cuida palmeras canarias en su casa de Ciudad Alta. Me alegra conversar sobre árboles, jardineros y gestores de nuestra ciudad verde con otro conciudadano preocupado por estas “cosas” vivientes.
Conoce otras datileras frondosas, aprovecha sus frutos y me aporta datos que no conocía sobre su maduración.
Al final de la excursión – después de otro encuentro amistoso en la Avenida Marítima- queda esta bandeja heterodoxa de datiles de morfologías, colores y sabores distintos.