
1. La frescura de la mañana recubre y esconde parte de la Torre Foster
y el Sagrado Corazón en el Tibidabo. Nubes neblinosas se mantienen
aún estáticas a esta hora de la mañana.
El sol las hace brillar por
zonas pero dominan, entre sus revolturas, los tonos grises y oscuros.
El cielo desde mi galería lo surcan grupos de falciots y ballesters
que cruzan veloces frente a mí. Se extienden por todo el cielo de
esta plana barcelonina cruzándola a velocidades vertiginosas.
Aquí
enfrente el aligustre centenario de mis vecinos luce su mejores inflorescencias formando una nebulosa de color amarillo pálido, ya
con tonos amarronados indicadores de la maduración (o su inicio) de
los futuros frutos de octubre. Esta arquitectura orgánica del
aligustre se me asemeja a una estructura pulmonar, diversificada
desde el tronco, grueso, negruzco y cicatrizado, divaricándose en ramas cada vez más finas y que ascienden en todo sus
10-12 metros de altura hacia el cielo.
Es un juguete articulado donde
se mueven pájaros de toda clase. Hoy, la pareja de mirlos se
persigue entre sus ramas, saltando de unas a otras, jugando a la
persecución y al escondite a la vez. También los picos de coral,
los pardales y los gafarrons aprovechan esta mañana fresca y van y
vienen a él, saltando desde los patios vecinos donde un embeleso de
flores celestes -maravilloso cuadro- se roza con las flores de tonos
casi morados de la buganvilla, con las lustrosas hojas de los ficus
y la explosión de flores blancas de una malva amorosamente cuidada
por la pareja de ancianos del carrer Ramón i Cajal 184.
Es un privilegio contar con vecinos amables y y
respetuosos con la naturaleza urbana. Este aligustre cumplirá 125
años dentro de poco y, aunque a veces ensucie el patio con sus hojas, no
incomoda a sus dueños, una pareja joven con su hijo que desayunan,
almuerzan y cenan bajo su sombra.
Más allá, tres cipreses, que fueron recortados
hace unos años, de forma regular, vuelven a ascender hacia el cielo,
rozándose con la medianera del edificio vecino, hecha a base de
toxhos que se alinean como si una estantería llena de libros se
hubiesen puesto de acuerdo para levantar este edificio de 6 plantas.

El sol ha hecho su aparición, entrando por el
lateral de mi galería, proyectando sombras de edificios y de vencejos que la cruzan sobre la medianera.
Barcelona ya está despierta. Sus cielos se
despejan de nubes. Llega el verano
2. Superada la noche de 23 de junio, repleta de petardos y explosiones
pirotécnicas, la mañana del 24 amanece entre nubes y claros. La
gaviota observa el nuevo día desde su atalaya, dispuesta a enfrentar
el cálido verano que se avecina.
3. En estos días de julio, los vencejos buscan lugares para nidificar.
Inspeccionan cualquier hueco de las medianeras, las fachadas, los
respiraderos entre todos los edificios de Gracia. Nosotros tampoco
quedamos fuera de sus radares. A ese conseguí atraparlo con la
aplicación cámara lenta de Huawei. Con la misma velocidad que
ascendía y comprobaba que no había donde agarrarse, volvía a caer
raudo uniéndose con su vuelo a los de su pandilla.